Hablemos de sentimientos
Como ocurre con casi todos los seres vivos (más evolucionados), la capacidad de evitar o reaccionar ante el peligro, de percibir dónde hay alimento o de reproducirse se vincula directamente a la capacidad de “sentir” el entorno. Por eso, si hablamos de que las bacterias sienten y se comunican, la realidad hacemos referencia a cómo las bacterias obtienen información del ambiente.
La información —es decir, las señales que captan del entorno— inducen a las bacterias a adaptarse: al frío, al calor, a los antibióticos que las pueden matar, y a la presencia de otras bacterias iguales o de otras especies.
De hecho, las bacterias, no viven solas, sino que crean comunidades bacterianas que se comunican entre sí, también enviando mensajeros químicos que son reconocidos por un grupo de proteínas.
Para esa misma tarea, los humanos tenemos nariz, ojos, oídos, que son órganos formados por miles de células capaces de monitorear diferentes señales. Pero las bacterias, sin nariz ni ojos, tienen que hacer todo con su maquinaria celular.
Entonces, ¿cómo hacen las bacterias para sentir?
Al estudiar la célula de una bacteria se ha visto que, igual que sucede con las células humanas, en su citoplasma albergan muchas proteínas que son las encargadas de ejecutar diferentes funciones.
Las proteínas son moléculas formada por decenas de miles de átomos organizados en paquetes o “ladrillos” llamados aminoácidos. Básicamente, una proteína es una cadena de varios aminoácidos.
Hay muchos tipos de proteínas en cada célula que forma un ser vivo, y todas son importantísimas para el funcionamiento de cualquier organismo, pues son las ejecutoras de todos los procesos biológicos que conocemos.
Se estima que aproximadamente la mitad del peso de los tejidos del cuerpo humano corresponde a proteínas, y que cada célula nuestra produce, en promedio, 100.000 proteínas distintas.
Como vemos hay muchísimas proteínas, pero algunas son más conocidas. En los humanos, por ejemplo, los anticuerpos (o inmunoglobulinas) son un tipo de proteína que actúa como defensa natural frente a infecciones. El colágeno, que da resistencia y sostén a los tejidos, es una proteína. También lo es la insulina que regula los niveles de azúcar en la sangre, y permite que el organismo produzca energía necesaria para funcionar. La hemoglobina es la proteína de los glóbulos rojos que lleva oxigeno desde los pulmones a los tejidos del cuerpo. La miosina y la actina, en tanto, son proteínas musculares que hacen posible el movimiento.
En las bacterias también hay miles de proteínas que necesita para vivir. Entre ellas, la ciencia descubrió que en el citoplasma y en la membrana varias proteínas son las encargadas de “sentir”.
Para entender mejor ese mundo de sentimientos bacterianos, les proponemos viajar por el universo de dos bacterias que estudiamos en el Laboratorio de Microbiología Molecular y Estructural del Institut Pasteur de Montevideo.
Abróchense los cinturones porque viajaremos a bordo de ellas por la galaxia bacteriana.